¡Vas bien!

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 LA PELOS, «Pasa de $24,000; si no, ¡divorcio!» 

El ser humano se hace muchas preguntas pendejas a lo largo de su vida, pero hay dos que pueden pasar por importantes y convertirse en primordiales si es que no se las categoriza de forma correcta, es decir, si no se da uno cuenta de que, efectivamente, es una tontería formularlas. Entre éstas hay dos que, en Aretes de Tacón, nos preocupa que no puedas identificar y lleguen a arruinar tu existencia: ¿qué estoy haciendo de mi vida?, ¿estoy tomando el camino correcto? Las respuestas pueden tener consecuencias insospechadas. Podrían incluso lograr que creyeras en el trabajo como algo importante en la vida o, peor aún, ¡que las cosas deben tomarse en serio!

Pero como no podemos evitar que en tu cabecita surjan este tipo de chaquetas mentales, y mucho menos que trates de darles respuesta, lo que sí podemos hacer es que te des cuenta de que no hay nada trascendental en estas preguntas. Ahora bien, dado que este no es el blog de ningún sabio con el poder de dar consejo a los demás –simples mortales– para que puedan encontrar el camino que les conduzca al lugar al que se supone deben llegar, lo único que me limitaré a hacer es, desde la comodidad de mi silla, e instaurada en la hueva de mi cuarto, compartir cuáles han sido las epifanías que han logrado mostrarme que lo estoy haciendo bien, o que, por lo menos, aún puedo decir “X, estoy chava”.

Uno sabe que ha hecho algo bueno con su vida cuando a cualquier edad puede seguir disfrutando de unos alcoholes con sus amigos… Y no me refiero a esas chelas que salen a tomar los jóvenes “godínez” todos los viernes de 6:00 pm a 1:00 am (sí, tienen estrictos horarios hasta para fiestear). Más bien me refiero a esos que salen de manera espontánea en un lunes cualquiera y para los que su cuerpo, ánimo y, por supuesto, tiempo, se encuentran en perfecta armonía para el goce.

Otra indicación del camino correcto son las constantes referencias a lo cansada o agobiado que te encuentras por tus deudas económicas en cualquier plática: éstas sólo puedes tenerlas si le debes a alguno de tus amigos, que tuvo a bien prestarte varo para ese rico ajo que te echaste la semana pasada. De lo contrario, si te descubres a ti mismo enunciando palabras tales como “Es que ya me terminé el dinero porque tuve que pagar la mensualidad del coche”, temo decirte que la has cagado.

El trabajo es algo que no puedes evitar a lo largo de toda la vida, a menos que seas un júnior, o que te guste la idea de llegar a los 30 años y seguir llevando a tu novia a la casa de sus padres para coger (en el supuesto, claro, de que tengas novia bajo esas condiciones). Como quiero creer que no te gustaría tener ese tipo de vida, entonces es muy probable que debas asumir ese destino fatal. Pero hay cosas que debes tomar en cuenta para saber si lo estás haciendo bien cuando de trabajo se trata. Una de las epifanías que me atrevo a compartir, es aquella en la cual te das cuenta de que si en algún punto te percatas de que tus anécdotas vitales giran en torno al chiste que hizo tu jefe en la junta, o a los chismes entre tu compañero y la tipa a la cual se quiere dar, entonces es momento de cambiar de trabajo: oficialmente te has convertido en un completo perdedor, entendiendo a este como aquel individuo que sólo vive a través de aquello que su tiempo de oficina le permite, dado que después de ésta, no le es posible hacer nada más, pues se encuentra estúpidamente cansado. Lo más grave es cuando le da alegría saber que es un “ser productivo” que tiene la ventaja de “ser alguien en la vida”.

Así que si te encuentras en el lado opuesto a lo antes mencionado, y eres más bien una persona cuyos ideales son probar cuantas sustancias se tope en la vida, decir una cantidad impresionante de estupideces capaces de exasperar a los sensatos en tiempo récord, ser el hijo del cual, en el fondo, se avergüenzan, pues debo decirte que jamás serás un ejemplo social. Y la más importante de todas las verdades de la vida que he sido capaz de escribir mientras doy vueltas en mi sillita –y digo “¡weeeeeee!” mientras las pienso– es que te has dado cuenta de que debes empeñarte lo más que puedas en llevar a los límites tu cuerpo y, si no tienes un pacto con el diablo –como muchos millonarios rockeros–, recuerda cuando estés jodido que hay momentos en los que el suicidio no es una opción: ¡es la solución!

Finalmente, si te encuentras leyendo esto en mota, coca o, por lo menos, crudo, entonces, hijo mío, ¡lo estás haciendo bien! Pero no seas ojete: ¡invita! Recuerda que siempre puedes contar con tu amiga La Pelos para llevar una vida plena.

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